Ciegos, sordos, mudos

CÁNDIDO MÉNDEZ / MARIANO RAJOY

Decía Romanones que no le importaba que las leyes las hicieran los demás si a él le dejaban redactar los reglamentos. Cándido Méndez y Mariano Rajoy tienen la misma querencia por las comisiones internas de investigación que aquel político liberal por los reglamentos.

Así, anteayer hemos escuchado las conclusiones de la comisión creada por UGT Andalucía para investigar el asunto de las facturas falsas. Se resumen en que su contabilidad es un modelo, en que no se ha malversado ni un sólo euro y en que la conducta del sindicato ha sido intachable. La única pega es que los que estaban acusados de haber creado el famoso «bote» son los que se han investigado a sí mismos.

Es la misma táctica que empleó Rajoy cuando se publicó que los dirigentes del PP habían cobrado sobresueldos opacos a Hacienda y que el partido se había financiado irregularmente. Encargó a sus subordinados una investigación que, en muy pocos días, concluyó que las cuentas del PP eran impecables. Claro que su indagación se limitó a examinar la contabilidad oficial en la que, como podemos imaginar, no figuraban esos pagos en negro.

El PP dijo también que iba a encargar una auditoría independiente externa, pero al parecer no ha tenido tiempo para materializar su promesa.

En este país, cuando hay un serio problema de corrupción, siempre se crea una comisión interna que demuestra que el comportamiento de quienes la encargan ha sido ejemplar.

No importan las facturas, los documentos, los testimonios, las evidencias porque, como dijo anteayer un dirigente del UGT, siempre «hay un margen de interpretación» para contabilizar una cena en la Feria de Sevilla como un gasto en «la negociación colectiva».

Rajoy afirmó en el caso Bárcenas que todo era mentira «excepto alguna cosa» y Méndez ha asegurado que sólo hubo errores puntuales pero jamás «irregularidades» en las cuentas de UGT Andalucía. Una respuesta idéntica que pone en evidencia la transversalidad de las reacciones de los partidos y los sindicatos frente a la corrupción.

Aunque Rajoy y Méndez son dos personas honradas que seguramente jamás se han lucrado de sus cargos, su reacción ha sido la misma: negar la evidencia y fingir que se creen explicaciones que van contra el sentido común. Y ello porque anteponen los intereses de las organizaciones que dirigen a los más elementales valores éticos, lo que justifica incluso el recurso a la hipocresía. Por encima de la verdad, está la pertenencia a la tribu. Un curioso patriotismo corporativo que está destruyendo nuestra democracia.